¡Hay que ser desgraciado!

El gobierno de Milei-Villaruel, a través de Vialidad Nacional, demolió el monumento a Osvaldo Bayer, ubicado en el acceso a Río Gallegos, Santa Cruz. La obra rendía homenaje al periodista, historiador y defensor de la memoria histórica de la clase obrera y de los pueblos originarios. Lejos de lograr invisibilizar su legado, la acción del Ejecutivo Nacional fue duramente cuestionada por amplios sectores, generando no solo debate, sino también el reflote de las ideas y posicionamientos de quien fue un verdadero socialista libertario.

Escribe: Patricia Coppola

Osvaldo Bayer tenía un gran sentido del humor, se reía mucho de sí mismo, como todas las personas inteligentes.

Su primer libro, “Severino Di Giovanni – El idealista de la violencia”, fue prohibido por un decreto de 1973 por el entonces presidente interino Raúl Lastiri (yerno de López Rega).

“¡Hay que ser desgraciado” – decía con sorna – para que te prohíba un inútil, de oficio soplón como Lastiri! Si me hubiera prohibido Irigoyen o Perón ¡pero Lastiri!

Osvaldo Bayer, en marzo del 2016, a los 89 años, dolorido se preguntaba ¿Qué hizo Macri por la democracia?, sólo negocios, se respondía. 20 años se pasó denostando a Roca, demostrando el genocidio que perpetró, y el actual Presidente lo cita y lo ensalza. Hoy, tendrías 96 años, y estoy segura, volverías a enojarte y a recordarnos sobre la masacre y el sojuzgamiento de los pueblos originarios durante la campaña del Desierto que Roca comandó.

Casi lo estoy escuchando, mientras caminamos en un otoño rojo y amarillo por Chacra de Coria en Mendoza:

“A vos te parece piba, que después de que pasó tanta agua bajo el puente, después de todo los que nos ha costado esta democracia, por más vapuleada que este, tengamos que soportar que cualquiera nos diga desde tribunas públicas que no fueron 30.000?”

“A vos te parece, piba, que un presidente de la democracia se ría de los ‘laureles que supimos conseguir’?”

Nombrarte, Osvaldo, es nombrar a las causas por las que luchaste. Todas vigentes.

Siempre supiste que la dignidad es muchas veces una pelea perdida de antemano. No obstante, siempre te subiste al ring y apostaste al cross en la mandíbula.

¡Hay que ser desgraciado Osvaldo, para que el que ordene que tiren abajo el monumento a la dignidad sea un sátrapa como Milei!



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