El legado de Aimé Painé
A 37 años de la partida de la reconocida cantante mapuche a la wenu mapu, del 5 al 10 de septiembre se realizará la “Semana de la Cultura Mapuche” en la localidad de Ingeniero Huergo en Río Negro. En este contexto el lamguen Jaime Carriqueo, relata su legado.
La lamnguen (hermana) Olga Elisa Painé iem nació un 23 de agosto de 1943 en la localidad rionegrina conocida en el mapa como Ing. Huergo, en esa parte del territorio hoy convertido en valle frutíhorticola, donde hasta la 1879 momento de la avanzada criminal del ejército argentino nuestra gente transitaba y vivía libremente.
De origen mapuche tehuelche, a los tres años fue separada de su padre y llevada a vivir a un orfanato en Mar del Plata. Con siete años y siendo parte del coro de la iglesia católica fue escuchada por un matrimonio que la adoptó dándole a la niña la educación formal y una vida que quizás en el seno de una familia empobrecida no hubiera alcanzado. Murió a los 44 años en el Paraguay, lugar donde se encontraba cantando cuando sufrió un aneurisma que la dejó internada por varios días, partiendo a la wenu mapu el 10 de septiembre de 1987.
Cada año, la familia de Aimé la recuerda en esa fecha llevando adelante varias actividades en lo que se llama la “Semana de la Cultura Mapuche”. Varias jornadas se desarrollan principalmente a orillas del Curru Leufu (Río Negro), levantando ceremonia por la comunidad que lleva su nombre, realizando talleres y sobre todo mucha conversa con quienes se acercan a compartir desde los distintos territorios. Además se visitan escuelas, como lo hacía Aimé, finalizando el chrahun (encuentro) con una pequeña ceremonia en el cementerio local donde se encuentra su eltuwe (sepultura) junto a los restos de su padre Segundo Paine.
A la lamnguen Aimé se la recuerda por ser precursora no solo de la revalorización de la identidad y del canto mapuche, sino también del uso de la vestimenta y la platería en la mujer, algo que en sus tiempos claramente no se veía acá en las urbes del puel mapu (tierras del este). La vergüenza y el ambiente hostil cotidiano que vivieron nuestros mayores los obligó a dejar de lado todo aquello, como sujetos invisibles en una sociedad al parecer completamente homogeneizada.
Siendo adolescente alguien de su entorno se fijó en sus rasgos y allí comenzó a indagar en su pasado. Fue soprano del coro polifónico nacional, y luego de un encuentro de coros latinoamericanos, donde se da cuenta que a diferencia de los demás países participantes, el grupo que ella integraba no interpretaba piezas musicales del cancionero popular, algo que hizo ruido en su persona, motivándola a encarar con firmeza el fortalecimiento de su identidad, reafirmando su origen en un momento de su vida para comenzar con un minucioso rescate de la oralidad de la cultura, visitando en el campo a pu papay (ancianas) para que le transmitieran sus saberes y especialmente pu taiel (cantos), tomando registro de estos encuentros para luego reproducir lo aprendido.
Fue así que se ocupó de buscar a su familia para retomar el vínculo cortado y avanzó a paso firme con las reivindicaciones identitarias por cuanto escenario y espacio transitó, se sabe que hasta llegó a sentarse en la mesa de Mirta Legrand.
Su figura post morten creció al punto de ser una de las mujeres originarias con mayor reconocimiento. Además de todo lo escrito en relación a su vida y obra, en el año 2020 se estrenó una miniserie sobre su vida con la participación de reconocidos actores y cantantes, y aunque esta producción generó varias controversias de las que no vamos a hablar acá, como comunicador podría decir que nos debería interpelar a quienes hemos tomado las herramientas audiovisuales, poniendo de relieve el rol que debemos asumir para ser nosotros mismos los protagonistas y realizadores de tan importantes contenidos (sin ánimos de faranduleo ni reconocimientos y no se tome esto como una crítica a alguien en particular) al fin de cuentas y aunque tengan las mejores intenciones (o quizás no), muy a menudo termina siendo “otro” el que se encarga de hablar por nosotros.
Quienes conocieron a “la princesa mapuche” (como se la nombraba) la recuerdan como una mujer muy comprometida, con una belleza y dulzura inigualables, con su hermoso pelo lacio y negro, se dice que antes de interpretar sus cantos ponía de referencia a cada persona que se lo había transmitido, sumergiendo al espectador en maravillosas historias y relatos.
Claudia Paine, una de las sobrinas y organizadora junto a su familia de las actividades en su homenaje, atesora muchos recuerdos de su tía, objetos personales y además posee el cultrung (instrumento ceremonial de percusión) que la cantante usaba, en la pasada edición. El valioso instrumento fue puesto en manos del peñi (hermano) luthier y músico Carlos Nawel para que le realice algunas reparaciones que incluyeron cambio de tientos, la rehidratación de la madera y los parches con aceite. Se sabe que Aime lo adquirió en una antigua casa de fabricación de instrumentos musicales de Buenos Aires, en el interior posee un pequeño papel pegado donde se puede leer “casa de instrumentos autóctonos”, “está construido con pequeñas lonjas de madera de quebracho o roble perfectamente encastradas, y no es el típico cuenco de madera con el que se construyen pu cultrung, si no que al estar abierto arriba y abajo es más parecido a un bombo legüero, con un parche superior y otro pequeño inferior unidos por tientos”, aclara el luthier quien además aconseja que será necesario a corto plazo cambiar el cuero por completo ya que es inevitable su deterioro por el paso del tiempo.
Además, Nawel reflexiona sobre la falta de fabricantes mapuche de cultrung en aquellos tiempos o el desconocimiento de quienes poseían este quimün (conocimiento) en días de dictadura militar, quizás esto habrá llevado a que Aimé adquiriera este valioso instrumento en ese ya desaparecido lugar de la füta warria (Gran Ciudad).
La estatua de una mujer mapuche tehuelche en el Alto Valle
Fue a principios del 1900 que en el Alto Valle se inauguraron las vías del ferrocarril de capitales ingleses, a quienes los gobernantes de aquel momento les regalaron miles de kilómetros de territorio usurpado que se anexaba a la incipiente nación argentina, de esa manera se fueron fundando los pueblos – hoy ciudades – del valle.
Al cumplirse 21 años de la prematura partida de la lamnguen, por iniciativa de un concejal de aquel momento, el municipio local encargó al reconocido escultor Rafael Roca, la realización de una escultura que se emplazó en una plazoleta cercana a la estación del ferrocarril, en el corazón de la pequeña localidad valletana. Allí donde abunda la violencia simbólica que no deja recordarnos la mal llamada campaña al desierto, ese primer genocidio en este país que aín hoy sigue sin ser reconocido, entre nombres de fortines, mangrullos, plazoletas, calles y bustos en alusión a los invasores, se levanta como se levantó una vez entre tanto silencio la figura de Aimé.
Pasaron los años y me queda el recuerdo de haber sido parte de aquella inauguración junto a mi camarita compacta que me acompañaba a todos lados, también estuvieron presentes varias comunidades, referentes, artistas y cantantes, algunos de amplio reconocimiento como Rubén Patagonia y Martin Jara, entre otros que aportaron con su newen (fuerza). Fue un 10 de septiembre de 2008, declarado en la provincia desde el año 1987 como “Día de la cultura mapuche”, una histórica jornada en la que además se cambió el nombre de la calle “Julio A. Roca” por el de “Aimé Paine” a pedido de la “Organización 11 de octubre” de la misma localidad.
Por aquellos días buscábamos algo similar en Fiske Menuco, (localidad bautizada como Gral. Roca) junto a algunas organizaciones políticas, hoy en silencio absoluto. El nombre que proponíamos para la avenida e ingreso principal a la ciudad era Curru Leufu, pero nos dimos cuenta que los positivistas de la campaña abundaban y abundan por todos los rincones, aun así y luego de casi quince años de haber “plantado fandera (bandera)” para gritar nuestra verdad, el nombre original en mapuzungun (lengua ancestral mapuche) de esta parte del territorio, que también quedó plasmado en el acta fundacional como una referencia que hizo el winka (invasor), se conoce mucho más que por aquel entonces, mucha gente ya lo ha tomado, es de uso cotidiano, y estoy seguro que llegará el momento en que cambiar la denominación en los papeles será simplemente un mero detalle.
Con un gazebo sobre las vías del tren en pleno aniversario de la ciudad, presentamos nuestra propuesta y con pu peñi hicimos sonar tan fuerte pu trutruca (instrumentos de viento construidos con un cuerno vacuno y una manguera enrollada) que llegó el ngulu curruf (viento del oeste) obligando a suspender todas las actividades oficiales.
La voz del pueblo mapuche
Cristina Rafanelli es periodista, escritora y docente radicada en Bariloche (nombre impuesto a Furilofche), hermana de un histórico músico del Rock Nacional, y fue una de las personas que conoció a Aimé en el momento de mayor esplendor de su vida y obra. Fue trabajando para “Expreso Imaginario” que pudo conocer a la lamnguen, luego de haber sido presentada ante ella a través de la organizadora de una muestra cultural. A partir de allí entabló una gran amistad con la cantante que la llevó a escribir el libro “Aimé Paine, la voz del pueblo mapuche”, que cuenta con dos ediciones, la primera en el año 2011 y la última versión ampliada donde Rafanelli incluyó el testimonio del hermano de Aimé, quien aún vive en la localidad de Chimpay.
La escritora dice haberse sorprendido en el primer encuentro que tuvo con ella, verla con trarilonco (pieza de platería que se ata alrededor de la cabeza), con su vestimenta era algo para nada habitual, en los años en los que la Wenu Foye (bandera mapuche) aún no había sido creada, destaca Cristina. Además,la recuerda muy bella, carismática y muy cálida, es ahí que acuerdan juntarse para una entrevista de la que hay una foto de ambas conversando en la casa la lamnguen.
“Ella repartía semillas de identidad cuando recorría las escuelas, siempre lo digo”, aclara Rafanelli. Además, cuenta que una presentación que hizo de su libro en la ciudad de Esquel, uno de los asistentes se acercó a la escritora para contarle que siendo niño, Aimé había visitado su comunidad y él había asumido su identidad plenamente desde aquel momento. “Cuando ella alzó su voz en aquellos tiempos, había una total invisibilidad, el mapuche no era mapuche, eran paisanos del campo, aún había tanta gente en los barrios de Furilofche” algo que pudo ver en sus años de docente cuando podía notar que los registros escolares abundaban nuestros nombres, pero la vergüenza y el silencio auto negaban esa identidad, recuerda Cristina.
“Aimé fue la primera, su trabajo está valorado absolutamente por todas y todos quienes la precedieron” concluye la escritora. Hace unos meses un nuevo trabajo documental sonoro llamado “Aimé en los medios” sobre la cantante donde participó Rafanelli junto al equipo “Artística Federal” de Radio Nacional Bariloche en el marco del ciclo de documentales “Comarcas”, fue reconocido con un Martin Fierro Federal entregado por la Asociación de Periodistas de Televisión y Radiofonía Argentina (APTRA).
Las actividades en una nueva semana de la cultura mapuche comenzaron el cinco de septiembre en el Club Caza y Pesca de Ing. Huergo (Rio Negro), muy temprano con un nguillipun (ceremonia para iniciar el día fortalecidos) a orillas del Curru Leufu, para una agenda cargada de actividades para todos los días entre el cinco y diez de septiembre inclusive. Una fecha muy esperada por pu mapuche, porque siempre es grato llegar a compartir con nuestra gente y sobre con la familia de Aimé para continuar con su legado.
Texto y fotos Jaime Carriqueo
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