Por qué las infancias del pueblo mapuche tienen derecho a portar la Wenufoye en el marco de la promesa de la bandera

Carta de Estudiantes de la Cátedra de Educación Intercultural del Profesorado de Educación Especial e integrantes del Equipo de extensión de Educación Intercultural ISFD N°15 de Villa La Angostura, con algunos argumentos para sostener por qué las infancias del pueblo mapuche de Villa La Angostura tienen derecho a portar la Wenufoye en el marco de la promesa de la bandera.

A partir de los debates que se suelen dar año a año en estas fechas, desde el Equipo de Educación Intercultural y junto a estudiantes del ISFD N°15 consideramos pertinente compartir argumentos que permitan fundamentar esta afirmación.

En primer lugar, en la Constitución Nacional del año 1994 se establece, en su artículo 75 inc. 17 la preexistencia de los pueblos indígenas en el territorio nacional. ¿Qué quiere decir esto? Que el Estado Argentino, en su carta magna (la de mayor importancia) reconoce que en el territorio que hoy conocemos por Argentina, habitaban pueblos indígenas antes de la constitución del Estado Argentino. En dicho artículo se establece que corresponde al Congreso Nacional reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos; garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural. 

Por lo tanto, en un Estado Representativo, Republicano y Federal no puede haber Constitución Provincial o Carta Orgánica municipal que esté por encima de la Constitución Nacional. Esta es la Ley fundamental que además se basa en el derecho internacional.

En este sentido, podemos afirmar que la preexistencia de los pueblos indígenas en el territorio argentino está reconocida por ley, y no cualquier ley: la Constitución Nacional.

Mucho se ha escrito por estas latitudes acerca de quiénes eran los pueblos que habitaban estas tierras antes de la llamada “conquista del desierto”. Vale aclarar que esa “conquista” no fue otra cosa que un genocidio a los pueblos que habitaban estas tierras. Claramente no había tal cosa como un “desierto”. Existían miles de habitantes que vivían de ambos lados de la cordillera y que, ante la llegada del ejército argentino, fueron diezmados y expulsados. La idea de “desierto” daba cuenta de un proyecto de país que entendía que lo que no eran ciudades, eran desiertos.

Les proponemos un ejercicio para reflexionar juntos. Pensemos una escena: si durante siglos (más de 5), de generación en generación se fue transmitiendo la idea de ir escondiendo su identidad y cultura por miedo a ser asesinados, esclavizados y, más cerca en el tiempo, discriminados, racializados o excluidos de la sociedad, ¿podríamos pensar que, como mecanismo de autodefensa cultural e identitaria se trabajó la auto negación de la propia identidad? ¿Podríamos entender que si una abuela le dice a su nieto que no hable en mapuzungun por miedo, ese nieto entienda que su identidad es algo a ocultar? ¿Entenderíamos así que, si recién hace 30 años que el Estado Argentino reconoce la preexistencia de los pueblos indígenas, los procesos de autoreconocimiento y recuperación identitaria y cultural sean altamente complejos, duros y difíciles de transitar?

Otro elemento interesante a remarcar es la idea de “comunidad”. Mucho se dice acerca de que “no había comunidad mapuche” en Villa La Angostura. Es necesario pensar que la categoría de “comunidad” es una categoría propia de las ciencias sociales occidentales. Es decir, ante el reconocimiento de la preexistencia de los pueblos, se establece una norma legal que es “la propiedad comunitaria de la tierra”. En este sentido, la necesidad de constituirse como “comunidad” es una situación legal que los pueblos indígenas pueden construir para hacer un reclamo legítimo del territorio que habitan ancestralmente.

Entonces, pensar la preexistencia en términos legítimos, ofrece a las comunidades mapuce (y a otros pueblos indígenas del país) derechos especiales y por ello no da lo mismo que se porte o no la wenufoye. 

Ya en su relato ”fundacional” Primo Capraro en 1905, a quien se lo considera “pionero” de nuestro pueblo, hablaba de Ignacio Antriao, autoidentificado como mapuche y quien lo salva de ahogarse en el río Correntoso. Entonces, ¿por qué seguimos negando que en estas tierras los mapuche no existían o no son “puros”? ¿Quién puede presentarse como perteneciente a una u otra etnia o creencia sino es uno mismo? ¿Alguien puede decirle a otros quiénes son?

¿Por qué encontramos pintoresco nombrar cabañas, calles y barrios en mapudungun pero nos impacta que un grupo de niños/as lleven la bandera o símbolo que les identifica como pueblo? ¿Por qué cantamos a viva voz el himno de la Provincia de Neuquén “y su tahiel mapuche hoy es canto al país” y nos escandalizamos cuando conviven las banderas en un acto escolar? ¿Qué nos cambia como sociedad que un/a estudiante elija llevar su símbolo que lo identifica?

Sería interesante pensar qué mensaje les damos a las infancias cuando los adultos discutimos esto, desarrollando discursos de odio, violentos y racistas. ¿Qué sucede cuando un grupo de vecinos/as niega la identidad, en este caso, de las infancias? Porque esto es lo que está sucediendo: se les está diciendo a las infancias que portan la wenufoye, a sus amigos/as, compañeros/as y vecinos/as que ellos/as no son lo que sienten y son.

La escuela se construye colectivamente y se va transformando a raíz de los cambios sociales que se dan en la comunidad educativa y de las personas que la habitan, teniendo como base fundamental el derecho a la identidad, a la convivencia, a la diversidad, a la libertad de expresión, entre otros. En las instituciones educativas hay pluralidad de voces que conviven y transforman la realidad escolar. La escuela está viva junto con sus estudiantes. Con ello los contenidos, ritos escolares, prácticas docentes se reinventan. 

En conclusión, si las/os estudiantes del nivel primario pueden transitar este acto escolar prometiendo la bandera argentina y, quienes deseen, portar  la wenufoye, podríamos empezar a transitar una instancia de formación ciudadana en la convivencia democrática mucho más valiosa. De esta manera, la imagen que ilustra esta nota podría ser un ejemplo de construcción democrática, interculturalidad y enseñanza para las infancias.

✍📷 Estudiantes de la Cátedra de Educación Intercultural del Profesorado de Educación Especial e integrantes del Equipo de extensión de Educación Intercultural ISFD N°15 –  Villa La Angostura.

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