Celebrar la pachamama en tiempos libertarios

Escribe: Silvina Ramírez

Fotos: Carolina Heritier

El 1 de agosto los pueblos indígenas en el noroeste argentino celebran a la pachamama o madre tierra. Una tradición enraizada en los pueblos andinos de la región, que agradecen, y piden por los frutos que la tierra brinda. Principalmente ruegan por una buena cosecha, para que no falte el agua, para que el ciclo productivo se regenere con mayor fuerza. Es un día en donde se conjugan rituales y costumbres ancestrales, en donde se honra y venera, se agradece y se brinda por los dones que la madre tierra ofrece a sus hijos.

Un día tan relevante para los pueblos indígenas y que también debe ser interpretado como un homenaje de todos hacia una fuente de vida. No ha sido casual que, en Ecuador, en 2008, se incorporó en su constitución los derechos de la naturaleza o pachamama, en lengua quechua. Eso significó un punto de inflexión en el constitucionalismo andino y a nivel global. Por varias razones. En primer lugar, porque es la primera vez que se incluye en una constitución a la naturaleza como sujeto de derecho, gestando lo que se ha dado en llamar el “giro biocéntrico” de la constitución ecuatoriana. En segundo lugar, porque se menciona la pachamama en lengua indígena, lo que significa que se hace un esfuerzo notable por tener presente la cosmovisión indígena en la arquitectura constitucional. En tercer lugar, se asienta un principio de valoración de la pachamama / naturaleza, vinculada con el principio del buen vivir de los pueblos indígenas, que no implica otra cosa que poder vivir en armonía con todos los seres vivos. Este cambio de paradigma ha despertado innumerables debates en toda América Latina, y ha posicionado a la madre tierra en un lugar de privilegio, por todos las consecuencias políticas, ideológicas y jurídicas que despiertan.

En Argentina, la celebración del día de la pachamama en tiempos políticos libertarios adquiere una significación especial. Es también una reivindicación política, de una mirada de concebir el mundo que por la actual gestión de gobierno se encuentra excluida, denostada, subestimada. Honrar la pachamama también es decir públicamente que se respetan –y que existen- otros valores, otros horizontes, otras formas incluso de pensar la producción.

Con un ideario en donde se fortalece cada vez más la explotación de los recursos naturales, las inversiones de empresas extranjeras, el despojo de territorios y la afectación de sus bienes comunes naturales; en donde se privilegian la explotación hidrocarburífera, la megaminería a cielo abierto, el litio, sin importar los impactos negativos en la naturaleza. Aún más, el discurso político imperante no contempla en la ecuación los efectos en el ambiente, sino que sienta una idea de desarrollo que paga el costo en contaminación, cambio climático, afectación del hábitat, y que guía cualquier proyecto extractivo.

Los pueblos y comunidades indígenas en el norte argentino piensan y viven el 1 de agosto como una fiesta, en donde se fortalece el vínculo que los une con la pachamama, y en donde las ofrendas tienen el sentido del agradecimiento y de la rogativa para poder vivir un año futuro más fructífero. En un país en el que predomina el ensalzamiento a las grandes inversiones –basta citar el régimen de incentivo para las grandes inversiones, RIGI, recientemente aprobado en la llamada ley de bases- la revalorización de las semillas, la protección del agua, la soberanía alimentaria, adquieren un sentido mucho mayor, y configura el día de la pachamama como una fecha con un significado aún más emblemático.

Asistimos a la vigencia de un pensamiento predominante, en donde la ideología libertaria privilegia lo individual sobre lo colectivo, concibe a la propiedad privada como contradictoria con la propiedad comunitaria indígena, valoriza el extractivismo sobre el cuidado del hábitat, desconoce los derechos de los pueblos indígenas. En ese contexto, como nunca antes, es necesario visibilizar este día como aquel que conjuga una cosmovisión con una necesidad imperiosa de la naturaleza de ser respetada y preservada. Los pueblos indígenas levantan esa bandera, pero no sólo ellos. Es un tiempo en donde todos deberíamos acompañarlos.   



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