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Histórica restitución en Villa La Angostura: tres ancestros mapuche regresaron al territorio
El 15 de noviembre, la Lof Quintupuray llevó a cabo una ceremonia de restitución en la cabecera norte del lago Correntoso, donde fueron devueltos al territorio los restos de Mariquita Treuque, Juan Antonio y Arturo Quintupuray. Es la primera vez que una comunidad mapuche concreta una restitución en Villa La Angostura. La crónica que sigue fue escrita por Pablo Pezzoni, integrante de la Lof, docente y periodista, y reconstruye un hecho sin antecedentes en la región.
El silencio habitual de un sábado por la mañana en plena temporada baja se rompe. Sobre la ruta de los Siete Lagos, a la altura de la cabecera norte del lago Correntoso, un grupo de personas avanza a pie llevando consigo banderas e instrumentos. Apenas unos metros más abajo, cerca de la orilla, corre el viejo camino, herencia de las rastrilladas, interrumpido en algunas de sus partes por los árboles nuevos. El ruido se hace más fuerte a medida que se acercan. Es un conjunto muy variado, encabezado por los más jóvenes que llevan en alto dos wenu foye. Caminan a paso tranquilo permitiendo que nadie se separe o quede expuesto a los vehículos que transitan la ruta a esa hora.
En el rostro de la mayoría se refleja la falta de sueño. Nervios, ansiedad, adrenalina encabezan el listado de razones. Ha pasado alrededor de un año desde aquel día en que Rosita puso en palabras lo que Alicia -nacida y criada en territorio- manifiesta en confianza: “siempre quisimos hacer esto”.
Marcando el paso hay un carro dentro del cual se encuentra un wampo hecho para la ocasión. Dentro de él, en urnas individuales rodeadas de hojas de foye y txiwe marchan hacia otro plano Mariquita Treuque, Juan Antonio Quintupuray y Arturo Quintupuray.
Más adelante, Malpu, de la Paicil Antreao, bromeará: “¡no puede ser! ¡Los Quintu lo hicieron de nuevo!”, agarrándose la cabeza dando a entender que le ganaron de mano. Después de la broma la charla derivará en cuestiones más precisas. ¿Cuándo fue la última vez? ¿hace cuánto que no sucede? “¿La devolución de los restos de Inacayal?”, tira alguien y nos deja pensando a todos, escarbando en nuestros recuerdos para no meter la pata. ¿Semejante punto de referencia hay para lo que acaba de pasar?
A pocos metros del eltuwe, un grupo reducido de turistas desciende de sus vehículos, a distancia respetuosa, para tomar algunas fotos y hacer consultas. Ensayo una explicación, pero en sus rostros no parece reflejarse la dimensión que tiene lo que está pasando. Quizás está bien que así sea; suena lógico. ¿Cómo explicarle que Arturo mismo se presentó en un pewma al jovencísimo Joaco, hace ya unos 8 años, y le pidió que no lo olvidaran; que colocaran una caña por él durante la celebración del wiñoy txipantü? ¿Tendría sentido contarles que, a medida que camina, Alicia desanda el trayecto que, de pequeña, tomaba cuando se dirigía desde su casa hacia la de Mariquita para hacer travesuras con el telar de su abuela? ¿Alcanza ese breve intercambio de palabras para explicar el valor inmenso que tuvo para la lof que Juan Antonio se presentara, allá por la década del ‘30, como huilliche ante quien quisiera preguntarle?
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A todo esto, obvio, el turista ya se fue y las personas se forman del otro lado de la ruta para ingresar al claro dentro del bosque de coihues. Mientras caminan, suenan los instrumentos y las charlas distendidas favorecen que la ceremonia siga con el rumbo previsto. La emoción se entremezcla con la alegría permanentemente.
Aquí, nadie llora de tristeza. Hoy no hay pérdida. Por el contrario, flota en el aire una sensación de alivio que se manifiesta en las sonrisas de todo el mundo. Los elementos necesarios para la ceremonia pasan de mano en mano mientras se hacen bromas. Las voces de los menores se escuchan desde todos lados. Corren de un lado al otro del espacio verde inventado juegos sobre brujas y pócimas, jugando a la mancha. Se pasean alrededor de la fosa abierta y fantasean con monstruos invisibles que, al parecer, los espantan y los hacen correr despavoridos. Sobre el wampo hay un sinnúmero de cosas que han dejado los integrantes de la lof e invitados: una carta, pan casero, semillas, telares, piezas de platería, agua del río cercano, …
Hay alegría en el territorio y me pregunto qué efecto tendrá en los fütakechengen.

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Han pasado varias horas y ya es tiempo de que el wampo y sus tripulantes sigan rumbo hacia otro plano pero, al parecer, no van a hacerlo sin antes saludar. Después de una larga jornada con algo de lluvia pero, sin viento, una ráfaga atraviesa el pozo levantando algo de tierra y la espiral ascendente de la corriente mece los árboles alrededor a medida que sube. Sobre nosotros cae una lluvia de hojas pequeñas que cubre una parte de la superficie. “¿Estamos en otoño?”, pregunta con tono irónico Roxana para que todos escuchemos. Detrás nuestro, Lucas, lonko de la lof Melo, resume en pocas palabras lo que todos pensamos. Con sus manos entrelazadas detrás de la cintura y un gesto risueño, comenta al pasar: “el que quiera creer que crea.” Minutos más tarde, un pájaro le da la vuelta al rewe y un treuque se posa sobre los postes que rodean el espacio. Vuela en tramos cortos desde uno hacia otro sin inmutarse por los esfuerzos que hacen los más pequeños por asustarlo.
“Trascender implica que quien alguna vez fue depositado en la tierra, volverá a ella. Es responsabilidad de los demás velar porque eso se cumpla. Vida y muerte son tan necesarias como complementarias en un ciclo que se repetirá infinitamente”, me explica Verónica quien, con esas palabras, termina por cerrar el sentido de una historia que comenzó hace más de cien años pero que tenía entre su lista de pendientes el regreso de algunos de sus máximos responsables al territorio.
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Más tarde, Lupe nos cuenta que apenas al regresar a su ruka -un puñado de kilómetros más allá del eltuwe- pudo “sentir y ver a la abuela” en las inmediaciones. “Ya están andando”, comenta alguien.
Lo que sucedió era tan lógico como necesario. Tan hermoso como esperado y tan justo como inevitable. Hay un equilibrio entre las personas y el espacio que habitan cuyo sentido y efectos van más allá del olvido, el egoísmo o cualquier disputa. El trabajo colectivo detrás de los sucesos del 15 de noviembre de 2025 explica todo esto y mucho más.
Hay nuevas energías en el territorio. Vienen cosas buenas.
El que quiera creer, que crea.
✍️📷 Pablo Pezzoni
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