Yariguarenda: turismo rural comunitario y el cuidado del monte

En el norte de Salta, a 10 km de la localidad de Tartagal, la comunidad guaraní de Yariguarenda afianza su modelo de turismo rural comunitario con una estrategia que enlaza el cuidado territorial, formación de jovenes y prevención de incendios. Una experiencia que apuesta al arraigo y a la preservación de la biodiversidad, sin intermediarios.

En pleno corazón de la yunga salteña, la comunidad guaraní Yariguarenda dio un nuevo paso hacia el fortalecimiento de su modelo de turismo rural comunitario, a través de una capacitación para enfrentar una de las mayores amenazas que sufre su entorno: el avance de los incendios forestales.

Los días 16 y 17 de junio, integrantes de la cooperativa local llevaron adelante la primera etapa del proyecto “Reciprocidad con el monte para el fortalecimiento del turismo rural comunitario”, con el apoyo de la fundación Red Comunidades Rurales. La propuesta incluyó una formación inicial en manejo y prevención del fuego, con la participación activa de jóvenes y líderes comunitarios, quienes accedieron a herramientas teóricas y realizaron prácticas de campo sobre técnicas de líneas cortafuego.

La actividad, acompañada por guardaparques del Parque Nacional Calilegua, se desarrolló en zonas de serranía y en cercos familiares. El objetivo es crear un cuerpo local de brigadistas comunitarios y preparar a la comunidad frente a futuras amenazas en un área altamente vulnerable a los incendios, donde el cambio climático, los desmontes y las actividades extractivas aumentan los riesgos.

Turismo rural comunitario

Desde 2014, Yariguarenda impulsa un modelo de turismo rural comunitario. A contracorriente del abandono estatal, en lugar de esperar una asistencia que nunca llega, la comunidad —con identidad guaraní y una profunda conexión con su entorno natural y espiritual— activa sus propias estrategias colectivas para sostener la vida. Y lo hace con una convicción que trasciende el ingreso económico: el turismo rural comunitario no solo es un medio de sustento, sino una herramienta de fortalecimiento cultural, capacitación colectiva y convivencia solidaria.

Rodrigo Valdez, miembro de la Cooperativa de Turismo Rural Comunitario Yariguarenda, sintetiza con claridad esta visión: “Buscamos que cada joven pueda emprender y a la vez abrir ese emprendimiento a la convivencia con el visitante que llega al lugar.”

En Yariguarenda el turismo es vivencial, autogestivo y sin intermediarios externos. “No llegan guías de afuera como pasa en La Puna o los Valles Calchaquíes. Acá es la misma comunidad es la que hace turismo responsable”, subraya Valdez. Pero además de proteger saberes ancestrales y generar ingresos ante un contexto económico cada vez más adverso , hay una urgencia estructural: frenar el éxodo juvenil. “Muchas veces los jóvenes tienen que emigrar a otras provincias o países para tener una mejor calidad de vida y estabilidad laboral. Con el turismo queremos fortalecer ese sector y esos recursos naturales y culturales que tenemos, para que los jóvenes se incentiven y desarrollen un turismo comunitario sustentable”, plantea Valdez.

La cooperativa se organiza para brindar formación constante para las 120 familias de la comunidad. Capacitaciones en senderismo, primeros auxilios, manejo del fuego, vivero forestal, apicultura y talleres culturales-gastronómicos son parte de una oferta formativa pensada desde y para el territorio. “La comunidad se capacita no solo para guiar, sino para proteger. En verano los incendios son frecuentes y ahí también el turismo cumple un rol en la prevención”, explica.

“Yariguarenda es un lugar turístico que siempre tiene muchas visitas de turistas locales. En la temporada de diciembre a marzo vienen muchas familias de distintas provincias. Vienen porque es un lugar que tiene mucho atractivo turístico”, expresa Valdez haciendo hincapié en el avance de los desmontes en otras zonas del departamento de General San Martín. Además del avistaje de aves, los senderos por la yunga y las cascadas naturales que refrescan el verano norteño, la propuesta se amplía con nuevas iniciativas como el trabajo apícola. “Queremos que el visitante no solo consuma la miel, sino que viva la experiencia, conozca los apiarios y entienda el trabajo que hay detrás”, cuenta Valdez.

En esta misma línea, cada encuentro con la naturaleza tiene un cierre simbólico y poderoso: al finalizar las visitas, los participantes plantan un árbol nativo como parte de un taller de reforestación. Esta práctica, que fusiona educación ambiental con acción concreta, busca preservar el entorno natural y sembrar conciencia ecológica en cada visitante. La experiencia de Yariguarenda no espera permisos para existir y construye desde abajo, con lo que hay, con lo que se sueña y con lo que resiste.

Para coordinar visitas, aquí.

📷 Roxana Sposaro



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