Cerro Chapelco: más de 20 años de contaminación y promesas incumplidas 

A solo 8 kilómetros de San Martín de los Andes, la comunidad mapuche Curruhuinca denuncia que los efluentes provenientes del centro de esquí del Cerro Chapelco están enfermando a la población. “El Estado prioriza un turismo extractivista sobre nuestra salud”, afirma Mirta Colipán.

Mientras el centro de esquí del Cerro Chapelco se promociona como un destino exclusivo y de naturaleza virgen, a pocos kilómetros, en el paraje Payla Menuco, la realidad es drásticamente distinta. Allí, más de 200 familias de las comunidades Curruhuinca y Newen Antv denuncian que el agua que consumen es un veneno que baja de la montaña.

La problemática no es nueva. La lucha por el saneamiento de la cuenca Quitrahue y el Arroyo Blanco -que alimentan la red de agua de la zona- lleva más de dos décadas. En el año 2002, un amparo judicial ante la jueza Nora de Galván parecía traer una solución: la Cooperativa de Agua Potable de San Martín de los Andes se comprometió a instalar una planta de tratamiento de efluentes. Sin embargo, 23 años después, las familias  aseguran que “todo sigue igual”.

Un diagnóstico alarmante: escherichia coli 

Mirta Colipán, integrante de la comunidad Curruhuinca, relató a infoterritorial con crudeza el impacto sanitario. Según explicó, estudios realizados por la Zona Sanitaria en febrero del 2024 han confirmado la presencia de la bacteria Escherichia coli en casas y en la Escuela N° 161.

“El verano pasado hubo una superpoblación de casos de gastroenteritis, diarrea y vómitos”, señala Colipán. Pero el riesgo es mayor: la presencia de esta bacteria está vinculada al Síndrome Urémico Hemolítico (SUH), una enfermedad grave que afecta el funcionamiento de los riñones. “El año pasado tuvimos una bebé al borde de la muerte por las bacterias de estos fluidos cloacales. El tratamiento que hacen es solo con cloro, pero las bacterias no mueren”, denuncia.

La problemática central se origina en la cuenca del Quitrahue y el arroyo Blanco, cuyas aguas bajan directamente desde la zona de influencia del centro invernal. Según denuncian los pobladores, estos cauces llegan al paraje Puente Blanco con altos niveles de contaminación por fluidos cloacales. El conflicto escaló judicialmente en el año 2002 mediante un amparo que obligaba a las autoridades y a la cooperativa de agua local a garantizar el saneamiento, pero tras más de dos décadas las soluciones prometidas siguen ausentes. Mirta describe con desolación el presente de su territorio: “Nuestra realidad se agrava cada año. No solamente hoy nos afecta la contaminación, también la reducción del caudal de agua y sequía”.

El impacto en la salud pública es la cara más amarga de esta situación. Estudios sanitarios realizados en la zona han confirmado de manera reiterada la presencia de bacterias peligrosas en la red de agua que abastece incluso a la escuela primaria del lugar. Esta contaminación es la causa directa de brotes recurrentes de enfermedades digestivas que afectan con mayor violencia a la población infantil.

Al respecto, Colipán advierte sobre la gravedad de las secuelas que están viendo en sus vecinos: “Hoy un alto grado de contaminación ha despertado un alto porcentaje de diabetes, problemas de piel, problemas de cirrosis, todos los problemas que puedan acarrear el tema de la contaminación. Por la envergadura de la contaminación hace que la salud de nuestra gente se agrave cada día más”.

A la degradación del agua se suma un deterioro ambiental sistémico provocado por la expansión de las pistas de esquí y los emprendimientos inmobiliarios privados. Esta actividad ha derivado en una deforestación sostenida de especies nativas y en la destrucción de humedales críticos para el ciclo hídrico.

La comunidad observa cómo el avance del negocio turístico altera profundamente su entorno ancestral: “Las pistas de esquí se van ampliando cada vez más. Eso implica también deforestación con plantas nativas. A comienzos del año denunciamos que se tiraron abajo más de 40 árboles de lengas, una especie nativa. Con todo lo que sucede arriba, las modificaciones que se van haciendo ya dejaron de existir los humedales y los menucos, están causando tanto daño en el ambiente”.

Finalmente, desde la comunidad señalan que existe una mirada extractivista por parte del Estado, priorizando el beneficio económico sobre la preservación de la vida. “Todo esto era zona de pastoreo de las comunidades, ahora hay mucho emprendimiento privado y turístico, la municipalidad ha loteado y siguen construyendo descontroladamente generando movimientos de suelo, más deforestación, menos caudales de agua, plantas nativas, destruyendo el ecosistema acuático”, remarca Colipán.La falta de respuesta de las jurisdicciones municipal, provincial y nacional genera un vacío de responsabilidad que agota a los habitantes de los parajes afectados. Colipán es tajante al definir la postura de los funcionarios ante sus reclamos: “No se aplica la normativa, las tres jurisdicciones donde hicimos reclamos se hacen los sordos. Pasan la pelota de una institución a otra y nadie se hace cargo de las responsabilidades políticas que están generando la destrucción de todos los bosques y de la fauna”.

📷 Lof Paicil Antriao



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